El de ayer era un partido en el que el Mallorca se jugaba mucho más que tres puntos. Se jugaba truncar una racha negativa de 4 encuentros sin ganar; se jugaba reforzar la autoestima ganada en Pamplona en dificilísimas condiciones; pero por encima de todo, el equipo debía decidir cuáles serían sus objetivos de cara a la recta final de la temporada. Una victoria ponía a los de Laudrup junto al grupo de cabeza, en la zona noble de la tabla, luchando por todo y preocupándose por (casi) nada. La derrota era una catástrofe de proporciones bíblicas que situaba a los baleares con el grupo de la zona baja y casi lo condenaba a tener que nadar sin más premio que salvar la categoría. Por suerte salió cara.

El ambiente no era el más propicio. Un partido que se jugaba en una fría noche de lunes y con la línea del descenso a sólo seis puntos. La presión, además de un rival que venía lanzado en Liga (4 victorias seguidas, los últimas 3 sin encajar ningún gol y con nada menos que ocho a favor), amenazaban con atenazar a los de Laudrup. Nada de eso. Salió el Mallorca de las mejores tardes. Entonado, veloz, con una feroz presión en la media y con hambre arriba. Aún así, pudo empezar por detrás si Kevin no hubiera sacado bajo palos un remate de Toquero nada más comenzar. Tras esta jugada, una contra rápida llevada por De Guzmán terminó con un cambio de banda a N’Sue que, tras driblar a placer a Koikili y demostrar que está en un excelente momento de forma, centró al área para que Webó la empujara en el primer palo. Iraizoz, pillado a contrapié, no pudo más que mirar cual estatua de sal.

La ventaja hizo más bravo al equipo mallorquinista, que no cesó en la brega. De Guzmán y Martí comandaron y presionaron a un nivel excelente, uno de medio campo para arriba y el otro de la línea del centro para atrás. Una conjunción perfecta sobre la que se fundamenta el buen hacer de este equipo. Dignos de mención de nuevo los dos jóvenes laterales, Cendrós y Kevin, que una vez más estuvieron muy sobrios y acertados en casi todas sus intervenciones. Le están cogiendo el pulso a la categoría y amenazan con quedarse. Por su parte, el Athletic fue una sombra de lo que venía siendo. La presión desarboló su juego de centro del campo y ni Orbaiz ni Javi Martínez encontraron nunca agujeros para conectar con Muniain, Llorente o Toquero, muy desasistidos durante toda la noche.

A base de contras, lucha, balones divididos y ocasiones bilbaínas sin peligros, el partido transcurrió con más tensión y miedo que juego. El Mallorca amarró el resultado con las dos manos y no se lo dejó arrebatar. Incluso acabó el partido con 5 defensas, firme demostración que Michael Laudrup temía quedarse sin 3 puntos más que merecidos. El premio fue una tranquilizadora victoria que aleja fantasmas y asienta aspiraciones. Los jugadores se ganaron de nuevo la confianza de la grada, maltrecha en las últimas fechas. Ahora los objetivos deberían dirimirse entre Liga Europa o zona tranquila. El descenso ya queda lejos. Espermos olvidarnos definitivamente de él.

2 comentarios:

  1. Trabajada victoria, que aportará serenidad y tranquilidad para aportar la recta final de la temporada, justo lo que necesitaba el equipo. Saludos.

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  2. Ains! aún me acuerdo de los años que he estado viviendo en Palma... enhorabuena por la victoria y espero que note importe que agrege tu blog a mi lista de enlaces. Saludos valencianistas.

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