Todo estaba listo para la fiesta en Son Moix a partir de las 17:00. El club había conseguido llenar el estadio regalando entradas hasta la saciedad, el equipo confiado tras el buen juego mostrado en las tres últimas jornadas (incluso en la derrota por 5-2 ante el Real Madrid), y la afición creyendo que la visita del colista era la ocasión idónea para secar definitivamente, que no salir de la zona de descenso, la distancia con el Real Zaragoza. Si cabe aún era más importante ganar después que el Celta y los propios maños hubieran rascado un punto horas antes ante los dos 'cocos' de la Liga. Ni se podía fallar ni se pensaba en que se pudiera fallar.
Aún más de cara se pondría la soleada tarde después de que Víctor, en su segunda ocasión, lograra adelantar al Mallorca con un chut de fuera del área que entró tras rebotar en las piernas de Silvio. El gol solo era la plasmación de un inicio en el que los de Manzano fueron muy superiores a los gallegos. Martí robaba, Tissone ordenaba, Pina repartía, Luna perforaba y Gio ponía la magia. El color de rosa invadía las gradas mallorquinistas y todo se veía ya como un calvario que se empezaba a dejar atrás, tras eso solo cabía esperar un plácido trayecto hasta la salvación. Nada más lejos de la realidad.

Ese gol tuvo el efecto contrario al deseado sobre el equipo local, que al verse en superioridad bajó un tanto el pistón y reculó unos metros, que un equipo herido como el Depor aprovechó para liarse la manta a la cabeza e irse a arriba. Con Riki en punta de lanza, Pizzi omnipresente y Valerón con el frac y la batuta, los coruñeses empezaron a crear peligro y transfirieron el temblor de piernas que habían padecido sus defensas a la zaga bermellona. Algunos como Geromel, que fue una calamidad durante todo el encuentro, provocaron que la grada mallorquinista se preguntara una y otra vez por qué Bigas había dejado de ser titular tras sus excelentes actuaciones. Todo lo que antes del gol local era agresividad y ganas en la retaguardia mallorquinista se tornó en miedo e imprecisión. El balón no circulaba como antes y los ataques de los blanquiazules eran cada vez más punzantes. Hasta que uno de ellos hizo un roto. En una jugada de enorme pasividad de todos los defensas del Mallorca, Silvio dribló, enroscó y planto el balón lejos de donde pudiera llegar Aouate. En siete minutos la grada de Son Moix vio la transformación radical de su equipo, pasando de dominar a ser desbordados totalmente hasta el descanso.

Los bermellones empezaban el segundo tiempo con la esperanza que daba todavía el cronómetro y con la confianza de jugar en casa. Pero eso solo duró tres minutos, los que tardó Marchena en recoger un rebote dentro del área, fruto de nuevo de un mal ajuste defensivo. El 1-2 heló una cálida tarde. A pesar de estar el cielo despejado, las nubes de tormenta se cernían sobre unos jugadores que estaban desaprovechando tal vez una ocasión esencial para lograr la salvación. A partir de aquí prisas, desorganización, algún silbido inoportuno y una inoperancia que acabó cuajando en un tercer gol de mala suerte tras rebote de Luna que acabó en la cabeza de Riki, solo ante portería y sin portero. Solo la heroica amparaba al Mallorca, que se fue arriba con todo y lanzó todos los córners del mundo en los treinta minutos que quedaban para llegar al 90'. Pero no fue hasta el 88' cuando llegó el gol de N'Sue, que sirvió para poco más que ponerle un poco de pimienta en los minutos finales. El descalabro estaba consumado.

Ahora solo queda ganar y rezar. A falta de ocho jornadas para el final de Liga, los de manzano están a tres del descenso y deben sumar entre 15 y 18 de los 24 puntos que quedan en juego. Por tanto, el equipo se ha quedado sin margen de error: o se suma cada semana de tres en tres, o el año que viene será el de la vuelta del Mallorca a la categoría de plata. Soñar está cada vez más caro.

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