El mallorquinismo llora. O debería hacerlo. Ayer nos dejó un pedacito de la historia viva del club. Ángel Pedraza, un jugador de esos que no acumulan grandes titulares pero que destacan por su calidad humana, falleció ayer a los 48 años tras luchar mucho tiempo contra una grave enfermedad. Son muchos los méritos que se le pueden atribuir a este sevillano que sentía los colores del Mallorca como si fueran los de su club de siempre. Pero por encima de todo, hay dos momentos clave en el mallorquinismo en los que él estuvo presente.

El primero fue el ascenso a Primera División en el año 1989, equipo del que Pedraza fue pieza clave a pesar de haber llegado procedente del F.C. Barcelona pocos meses antes. Un jugador que venía de disputar (y de perder) una final de Copa de Europa (la de Sevilla, ante el Steaua de Bucarest) y de ganar una Copa del Rey, ambas con el equipo culé, cumplía la palabra y se incorporaba a un equipo recién descendido a la Segunda División. Para algunos podría significar un borrón en su carrera. Para otros, como Ángel, no era más que demostrar la fidelidad a la palabra dada al presidente mallorquinista, Miquel Contestí, que lo había apalabrado meses atrás.

El segundo momento clave llegó en la siguiente temporada, la 90/91. Tras un año espectacular, en el que Pedraza formó parte de la defensa menos goleada de toda la Primera División (Zaki, Parra, Fradera, Vulic y Pedraza; se recitaba casi de carrerilla) el broche de oro llegó en Madrid y ante el Atleti, disputando la final de la Copa del Rey. Allí, Pedraza fue el lateral derecho titular, como lo sería en casi todos los partidos hasta que dejara el club balear, pero no pudo evitar una derrota que quedaría marcada a fuego en la historia reciente del mallorquinismo. Esa final fue punto de inflexión de una generación que culminaría en el descenso a la categoría de plata un año después.

Pero él no se bajó del barco, no escurrió el bulto. Demostrando una vez más que no se le caían los anillos, Pedraza, un jugador que había formado parte de grandes equipos, se resignaba a bajar de nuevo con el Mallorca y asumir el reto de devolverlo a la Primera División. Lo intentó hasta 1995 cuando, con 33 años y más de 250 partidos con la zamarra bermellona, colgó las botas. Luego siguió su carrera como entrenador, aunque menos fructífera que en su etapa como jugador.

Hoy, el Iberostar Estadi debería ponerse de pie y ante un silencio ensordecedor, debería recordar aunque fuera durante un minuto a un jugador que, además de futbolista, era una gran persona. De esas que ya quedan pocas en el mundo del balompié. De esas a las que no le importa quedar en un segundo plano para que otros se llevaran los flashes. Así era Pedraza. Descanse en paz.

3 comentarios:

  1. Dios bendito me acabo de enterar por tu blog , no me lo esperaba , tengo un amigo que es amigo de el , fue un gran profesional . Descanse en paz Angel.

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  2. Yo tampoco sabía nada...descanse en paz..

    Saludos.

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  3. Gran artículo. Es uno de esos héroes anónimos que han escrito la historia más brillante de nuestro querido Club. Por eso merece nuestro aplauso más sentido y un reconocimiento del Club por su gran profesionalidad y vocación. Qué pena que ya no haya jugadores como ti, Ángel!!! Descansa en paz...

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