Se conoce la técnica del harakiri por ser el suicidio ritual japonés por desentrañamiento, una práctica común entre los samuráis, que consideraban su vida como una entrega al honor de morir gloriosamente, rechazando cualquier tipo de muerte natural. Los jugadores del Mallorca se aplicaron en Almería esta técnica, liberándola, eso sí, de cualquier honor o gloria. Lo suyo es más la desgana, la impotencia de superar a rivales netamente inferiores sobre el papel y caminar sobre el campo. Vamos, lo que han venido haciendo los hombres de Michael Laudrup en el sprint final de la temporada, cuando los equipos se lo juegan todo y en los que, aplicando la lógica darwiniana, los más fuertes sobreviven y los débiles acaban por fallecer. En este caso por descender. Esperemos que por una vez la ciencia se equivoque. Porqué 6 puntos en los últimos 8 encuentros no son precisamente un buen augurio.

Indolencia, pasotismo, desconcentración defensiva, desorden... Una vez más, el Mallorca volvió a mostrar todas sus carencias en sólo media hora de partido, en la que recibió nada menos que tres goles. Como si se tratara de un ‘deja vú’ que se repite constantemente, los jugadores bermellones vieron como por tercera vez en esta temporada los almerienses le pasaban por encima. Un equipo ya descendido. Un lobo con disfraz de Cenicienta. Ayer quedó demostrado que el conjunto de Olabe daba para mucho más de lo que demuestran los escasos 29 puntos que llevan esta temporada. La velocidad de Piatti, Uche y Ortiz desbordaron una vez tras otra a los isleños, que se vieron incapaces de plantar cara en la faceta defensiva y fueron invisibles en ataque.

Sería muy fácil cargar las tintas contra la defensa por la mala actuación del partido de ayer, pero cualquiera que sepa un poco de fútbol sabrá que la defensa comienza en la delantera. Y tanta culpa tienen de los desaciertos los Cendrós, Ramis o Ayoze, como los desaparecidos Pereyra o N’Sué, o el desgastado físicamente Martí. Caso aparte merece Joao Víctor. Un jugador que cuando está entonado da el nivel, pero cuando muestra su peor cara (la del pasotismo y acomodamiento de la última parte de temporada) se convierte en un jugador vulgar que lastra el rendimiento de todo el grupo. Incluso Laudrup tiene culpa directa en la derrota de ayer: su decisión de apartar a Lux de la meta por un renqueante Aouate fue desacertada. El meta israelí demostró no estar preparado y, en la ocasión que tuvo que jugarse la cara (eso que tantas veces ha hecho por el Mallorca) le traicionó el subconsciente y se le escapó el balón de las manos, que acabó en las mallas. El gol de Webó, al filo del descanso, sólo sirvió para mitigar un ridículo de proporciones bíblicas, el que ayer protagonizó el Mallorca.

Ahora la oscuridad se cierne sobre el mallorquinismo: el miedo aprieta y el abismo de 2ªDivisión se ve más cerca que nunca. Un infierno demasiado conocido en la historia del club y que en muy pocos años hemos olvidado. No hemos sido capaces de valorar nuestros años en el Olimpo. La mayoría de aficionados no hemos sido acreedores de tal privilegio, y los Dioses del fútbol nos castigan. En la última jornada, una moneda al aire decidirá el futuro del equipo bermellón. La tarea de Michael Laudrup y sus jugadores será trabajar para que salga cara. Porqué que nadie dude que si sale cruz, este club que tan poco hemos valorado en los últimos años podría estar dando sus últimos pasos. La viabilidad de la entidad pasa por la permanencia. Así que aquellos que quieran luchar por su equipo, que vayan a animar, aunque sólo sea por una vez esta temporada, para asegurar que Palma siga teniendo fútbol de Primera un año más.

1 comentarios:

  1. el Mallorca al final se a complicado la vida, menos mal que dependen de ellos, suerte
    saludos desde Malaga

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