El partido de ayer del Mallorca fue la plasmación, el claro paradigma, del comportamiento del equipo durante esta segunda vuelta: un equipo apático, sin fútbol, con muchas carencias y con poco, muy poco gol. 54 minutos para lograr hacer un disparo a puerto a un equipo que huele a muerto son una eternidad, y aún más cuando te estás jugando finiquitar de una vez por todas la salvación. No vale la excusa del físico. No vale la excusa de la juventud. El equipo de anoche fue indigno de defender la camiseta y el escudo del Mallorca, y a pesar de ello fue capaz de consumar la permanencia. Cosas del fútbol.

Con la misma alineación que ante el Villarreal y con la misma parsimonia de casi todos los partidos a domicilio del equipo balear (los de Laudrup sólo han ganado 3 partidos lejos del Iberostar), el guión se cumplió a la perfección. El Hércules, con la espada de Damocles oscilando sobre su cabeza, salió enfurismado y a morder. La consecuencia: dos goles en dos llegadas y el marcador desnivelado. El autor de ambos, Sendoa, no es precisamente un virtuoso del balón: había jugado en todas y cada una de las categorías del fútbol español y la semana pasada marcó su primer tanto en 1ª, tras 21 partidos. Ayer, de una tacada, marcó dos, ante la indolencia de una desentonada y lenta defensa mallorquinista. La pesadilla no estaba precisamente en la delantera, sino en la media: el ex bermellón Farinós fue una brújula en el centro del campo que consiguió desarbolar la normalmente poco sólida línea del Mallorca. Joao Víctor, una vez más, dejó demasiados agujeros para que los alicantinos percutieran, una y otra vez, con peligrosos pases entre líneas.

Pero el cambio por problemas físicos de Farinós hizo que la noche se cerniera sobre el Hércules. La luz se apagó y el Mallorca, que había dado entrada a Víctor en el descanso, cambió su fisonomía. Empezó a tocar, sin prisa y con mucha calma. Con poca profundidad pero dominando el partido de cabo a rabo. Los de Djukic entregaron el segundo round desde el minuto 45, y se les hizo demasiado largo. Casi más por demérito de los alicantinos, con una débil moral dad su situación, en dos llegadas el equipo balear igualó un marcador que, en el minuto 77, todavía señalaba un 2-0. En ese momento, una contra llegada a trompicones acabó con un rebote en los pies de Webó que, viendo de cara a Víctor, se la dejó para que el algaidí hiciera uno de esos disparos ajustados y poco potentes que tanto le gustan. En ese momento al Hércules se le vino el mundo encima.

Con el marcador apretado y el abismo de la Segunda División que se extendía a partir de la línea de gol del ayer portero herculino, Velthuizen, el miedo se apoderó del Rico Pérez. Y tras el miedo, llega la tragedia. Falta aparentemente inofensiva en campo mallorquinista que Ayoze, que ayer volvió a hacerse acreedor de la renovación, metió un pase milimétrico para que Webó, sólo, encarara al meta alicantino y le batiera de medida vaselina. Demasiado premio para un nefasto encuentro de los bermellones. Por suerte la temporada ya termina y los daños parece que no irán a más. Ahora queda reflexionar y ver qué se puede hacer para cambiar la fisonomía del equipo cuando juega lejos de Palma. El problema es grave, y la solución está en la veteranía del grupo, cuestión de experiencia. Es el momento de empezar a preparar la próxima temporada para que, como en agosto y enero, no vuelva a pillar el toro en el tema de fichajes.