Se acabó, la época Caparrós en el Real Mallorca parece haber
escrito su vergonzoso epílogo. A estas horas todavía no se sabe si el actual
entrenador bermellón dimitirá de su cargo o será destituido, pero lo que sí es
seguro es que sus jugadores han dejado de creer en él. Solo así puede
entenderse la actitud con la que el equipo ha afrontado esta eliminatoria de
Octavos de Final de la Copa del Rey, y además empezando en casa. Sin ganas, sin
hambre, sin alma, los bermellones han sido un juguete roto en manos de un
Sevilla que venía herido y que se va con la moral por las nubes. Todo lo
contrario que el Mallorca, que se queda tocado de muerte y que deberá afrontar
más pronto que tarde un relevo en el banquillo de Son Moix.
Y aún así, no toda la culpa es de Joaquín Caparrós. Parte es
también de los jugadores, que han dejado de correr y luchar, quién sabe si
conscientemente o más bien fruto de una relación deteriorada entre vestuario y
cuerpo técnico. Está claro que del sello por el cual Caparrós ha tenido éxito
allá donde ha ido, la entrega y el pundonor, no queda ya ni huella sobre estos
jugadores. Necesitan un psicólogo, alguien que les haga creer que no son tan
malos como ahora parece. Alguien que realmente crea en ellos y ellos a la vez se
lo crean. Pero ya es imposible que Joaquín Caparrós sea esa figura. Su crédito
entre la grada y los jugadores se ha agotado.
Del partido casi no es ni necesario comentar nada. El Sevilla
se paseó desde el primer minuto por el césped del Ono Estadi, ante la
indolencia de los jugadores locales. Alguna jugada ofensiva inicial, más fruto
del mal momento por el que también pasa el Sevilla que otra cosa, fue un
espejismo que dejó paso al festival Negredo. Él, en dos ocasiones antes del
minuto 15, puso el 0-2 y dejó en evidencia la vergonzosa defensa bermellona que
debían liderar Geromel y Conceiçao. El segundo fue cambiado en el descanso, no
hace falta decir más. Antes de la media hora, Medel puso el tercero. Tras el
descanso, Botía hizo el cuarto nada más salir de vestuarios y Luna redondeó la
noche con el quinto, en las acaballas. Un despropósito total para un equipo que
demostró estar en coma profundo y con pronóstico reservado.
Hay que ver cuál es la consecución de acontecimientos ya que
si el técnico no dimite, la confusión institucional que existe en la Planta Noble
de Son Moix podría hacer que se le mantuviera en el cargo hasta el sábado. Pero
sería casi un plebiscito no vinculante, pues estos jugadores han demostrado hoy
haber perdido la fe en su entrenador. Cada día que pase sin hacerse la
sustitución es un día menos para que el nuevo entrenador adapte su idiosincrasia
al grupo. No hay tiempo que perder y, por suerte, la situación en la liga aún
no es desesperada.
Este equipo no rinde, necesitamos cambios, hay que reaccionar!
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