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Partido clave en el que el Mallorca se jugaba establecer un punto de inflexión dentro de sus dos meses sin ganar y que no hizo más que añadir más leña al fuego. Joaquín Caparrós va perdiendo crédito entre sus aficionados sobre todo por no haber sabido inculcar el espíritu de lucha, sello de la casa, entre sus jugadores. El equipo fue plano, sin atisbo de reacción, y siempre a remolque de un Levante que sabía a lo que jugaba desde el primer minuto: balones a la espalda de la defensa para que la velocidad de Martins y El Zhar desbordaran. No hay más, una táctica sencilla, pero la ejecutan a la perfección. Ideas claras. El Levante y el Mallorca, como el día y la noche.

El resultado al descanso parecía que llegaría con un soso 0-0 que no reflejaba la inferioridad de los bermellones sobre el tapete. Un gol de Martins antes de llegar al 45' puso a los valencianos por delante. Otro gol, esta vez del exmallorquinista David Navarro, al saque de un córner tras la reanudación fue el golpe que envió a los isleños a la lona. Tenían por delante toda la segunda ante un equipo granota que no iba a a cejar en su empeño de llegar al área de Aouate. Rubén en el 55' e Iborra en el 58' finiquitaron un marcador que podría haber sido de escándalo si los levantinistas hubieran seguido con el pie sobre el acelerador.

Caparrós tiene la difícil tarea de recuperar a un equipo anímicamente roto y que parece haber olvidado todo lo que fue a finales de la temporada pasada y principios de ésta. Suenan cantos de destitución, aunque aún parecen muy tenues por el hecho de que el equipo mallorquín, por el despropósito de sus rivales en la tabla, todavía no está en descenso. El partido de Copa del miércoles con el Sevilla y del sábado en casa ante el Athletic Club se antojan fundamentales. Dos derrotas más harían sin duda vesar la paciencia del vaso de los pocos que aún le defienden a capa y espada. Si no hay cambio en el equipo en estas dos fechas es probable que haya cambio en el banquillo. 

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