Es ya un clásico de las últimas fechas de los partidos del
Mallorca, sobre todo en Liga: "nos faltó tan poco", "no jugamos
mal, pero...", "si el árbitro llega a pitar esa jugada...".
Chascarrillos que se han convertido en un dogma de fe para un mallorquinismo
que ve como a base de lamentaciones el equipo se hunde cada vez más y más en la
tabla clasificatoria. Sería de ingenuos decir que el juego del equipo no ha
mejorado en las últimas jornadas, pero no es menos cierto que en materia de
puntos el equipo evoluciona al ritmo de un claro candidato al descenso.
Ayer fue el Valladolid, un equipo que hacía 4 jornadas que
no ganaba, quien de la mano de su estrella recuperada Ebert infringió una dura
derrota al equipo bermellón. Dos goles y una asistencia a Óscar por parte del
extremo alemán (la del decisivo 2-1 a falta de pocos minutos para el final)
fueron el epílogo de la primera vuelta del campeonato del Mallorca. El
tanto de Víctor, el 1-1, se quedó empañado por el mal final de encuentro de los
mallorquinistas. Ahora queda un crudo bagaje de 16 puntos que obligan a los
bermellones a ejecutar una muy buena segunda vuelta (son necesarios al menos 25
puntos) para soñar con seguir en primera. El panorama, una vez superada la
jornada 19, no es demasiado alentador para los de Caparrós.
Y por si no fuera poco la inestabilidad institucional y
deportiva que ahora mismo atraviesa el club, hay otros síntomas dentro del
vestuario que hacen que la solución a este problema se antoje complicada. Ayer,
lo primero que hizo Joaquín Caparrós en rueda de prensa fue recriminarse a sí
mismo el hecho de haber dado entrada a Pereira en el segundo tiempo. Unas
palabras que, de facto, suponen la condena del extremo francés en su futuro más
inmediato, una situación que Ximo Navarro ya sabe bien de que se trata. Dos bombas
dentro del vestuario que denotan que las aguas turbias no solo circulan por la Planta Noble.
El futuro pasa por dos opciones bastante obvias: con o sin
Caparrós. Con él, el Mallorca debe recuperar inmediatamente su autoestima y su
cohesión dentro de la caseta, lo que le dio los éxitos conseguidos en las
primeras jornadas del campeonato. Sin él, al menos se lograría la entrada de
aire fresco en el vestuario, aunque es una bomba que nadie sabe hacia qué
dirección podría explotar. Cambiar de entrenador sería como jugar a la lotería
y esperar que te toque. Aunque a veces es mejor opción que no comprar ningún
boleto de salida.
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