Como en una película dirigida por uno de estos directores contemporáneos
que siempre guardan un giro de guión cuando la historia ya parece muerta y
agotada, hoy el Mallorca ha demostrado estar guionizado por un auténtico genio
del suspense. En una nave sin rumbo y en un equipo con encefalograma plano,
Gregorio Manzano ha logrado, contra todo pronóstico, darle la vuelta a la
tortilla. El equipo es otro: cree, lucha, aprieta, se desvive por cada balón...
Y eso le hace ser el que se suponía que era, un equipo con más mimbres de lo que
se venía demostrando en los partidos. Ante el Sevilla, los de Manzano
demostraron que necesitaban con más urgencia un psicólogo que un entrenador.
Sin desmerecer a Caparrós, el equipo había dejado de creer en él y en su
discurso, y el aire nuevo del técnico jienense ha sido sin duda el revulsivo
que los bermellones necesitaban.
Y es que, como si fuera un cuento para niños, al Mallorca de
golpe y porrazo le sale todo bien. El trivote Martí-Pina-Tissone funciona cual
reloj suizo; Alfaro ha vuelto a ser el Alfaro del Tenerife que demostró esa
oportunidad posicional, tan buscada en el fútbol; Hutton recuerda al mejor
Olaizola, ganándose a la grada con un pundonor propio de William Wallace; y el
eje de la defensa, hoy con Nunes y Bigas, ha sido otra vez el que fue antaño,
una roca dura de roer... Incluso el defenestrado Kevin, hoy titular por la cláusula
del contrato de cesión de Luna que le impedía jugar, ha rendido a un nivel más
que aceptable. Si a eso se le suma el buen momento que venía mostrando Gio,
tirando del equipo en muchas fases, se ve un conjunto diametralmente opuesto al
que se veía hace menos de un mes.
La primera victoria en casa desde el mes de septiembre ha
llegado cimentada sobre los dos goles de pillo de Alfaro (suma tres en dos
jornadas) que hoy ha visto como la grada de Son Moix le despedía en pie y
coreaba su nombre al ser sustituido. Algo insólito hace pocas jornadas. Mención
especial al casi lleno que mostraba hoy el Iberostar Estadi y que ha empujado
al equipo desde el minuto uno. Más allá de que se hayan podido regalar
entradas, algo poco relevante dado que ahora lo que necesita el equipo es apoyo
de los suyos, la grada ha empujado desde el minuto uno y ha sido factor
determinante en que el Mallorca haya creído en sus opciones. No es fácil ganar
al Sevilla, y menos tras haber recibido el empate mediada la segunda mitad,
pero es más sencillo cuando no se ve ni un asiento libre en el graderío.
Chapeau por ellos.
Ahora el panorama se esclarece para el Mallorca, que con 24
puntos deja de lado su etiqueta de muerto viviente y se ha ganado por méritos
propios la de equipo que va sin duda a más. Es indudablemente una mala noticia para
los equipos que pugnan por no descender que uno de los contendientes encare el tramo
final de temporada con la peor racha del año ya superada. Nadie creía en este
Mallorca hace dos semanas, y ahora el sol ha salido e ilumina con más fuerza
que nunca el césped de Son Moix. La piña que han hecho los jugadores al final del encuentro
demuestra lo mal que lo han pasado y las ganas que tienen de revertir la
situación. El mallorquinismo vuelve a creer.
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