Gio dribla y centra. Gio remata. Gio fuerza una falta a 30 metros del área. La chuta y la pega tan ajustada y fuerte que Varas la envía a córner como puede. Gio chuta el córner. Gio chuta otra falta. Igual de bien que la primera, también igual de bien Varas. Gio recupera el balón en una carrera hacia atrás de 40 metros. Gio viene a la media a recibir para dar oxígeno a la salida de pelota. Gio mete un pase de la muerte que Alfaro no marca por miedoso. Y al final, como no, es Gio quién, esta vez por casualidad, marca de rebote el agónico gol de la victoria del Mallorca. Pero eso es solo una coincidencia, el hecho es que el mejicano volvió a ponerse el equipo sobre la espalda y lo estiró como el sherpa que sube los portes en una expedición al Himalaya. Es el mejor del equipo sin duda, un 80% de lo que ahora mismo es el Mallorca, y por el que pasan el 100% de la posibilidades del equipo de salvarse.

La victoria es increíble, soñada, y muy muy dolorosa no solo por el Celta, que se queda ahora descolgado, sino también por Granada, Zaragoza, Depor y Osasuna, a los que el empate de último y antepenúltimo les venía de perlas. Pero que la épica del partido no disimule el mal juego desarrollado por los de Manzano. El equipo fue temeroso, sin el punch necesario que exigen estas situaciones límite, y en el que solo hombres con carácter como Martí, Hutton o el propio Aouate (que con el 0-0 sacó un remate a bocajarro), dieron el do de pecho. Sin brillar, lucharon cada balón aéreo, metieron la pierna en cada balón dividido e hicieron faltas cuando sus compañeros aún no se habían replegado. Un escalón por debajo, aunque sin aspavientos, estuvieron Bigas y Kevin, que demostraron estar, como mínimo, un punto mejor que los Nunes y Luna a los que sustituían. Las decepciones, como siempre, un Geromel que sufre terriblemente cada vez que se le acerca el balón, y Márquez, que nunca acaba de coger la batuta en la media por muchas ocasiones que se le concedan.

El encuentro no tuvo más historia que una primer parte en el que el Mallorca apretó y una segunda en que el Celta pudo merecer marcar en muchos momentos. Al final, la balanza acabó inclinándose por el menos malo y el que más creyó, aunque tampoco mucho, en la posibilidad de ganar. La victoria abre una ventana en el sótano cerrado en el que se encontraban los isleños, y queman algunas de las pocas bombonas de oxígeno que le quedan a los vigueses. Lo mejor de todo es que casi sin tiempo para degustar este agónico triunfo, el viernes viene de visita el Rayo que, con 44 puntos, a seis de Europa, y viendo los rivales con los que luchará, parece haber abandonado el sueño de la Europa League. Podría ser una ocasión de oro para que, por primera vez en muchas jornadas, los mallorquinistas salgan del descenso. Y el que no se atreva a soñar y a sufrir, mejor que se vaya a casa. Este final de Liga puede tener desenlace de libro de Stephen King.

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