Hoy al Mallorca le tocó aprobar una asignatura, de las pocas, que tenía pendiente esta temporada: remontar un partido. Hasta hoy, la victorias en casa habían sido plácidas (ante Osasuna y Real Sociedad) y la derrota, por la inoperancia, muy dolorosa (contra el Espanyol). El equipo debía ser capaz de sobreponerse a un marcador en contra y a un rival ordenado. Y hoy lo consiguió. Eso sí, sin hacer un gran partido en juego, pero sí en ganas y ambición. De incio, Laudrup ponía el equipo que venía jugando en el Iberostar, con el único cambio obligado de Pereira por el lesionado Castro. Joao Victor y Webó, que habían destacado más en los partidos como foráneos que en los locales, debían esperar su momento en el banco.

El equipo mallorquinista salió enérgico al partido y trató de adelantarse, sin fortuna, en el arreón inicial. Transcurridos estos primeros 10 minutos, los bermellones seguían acercándose a la meta de un inspirado Reina, pero de forma más esporádica: Víctor, Cavenaghi, De Guzmán, Pereira, todos lo intentaron sin suerte. Y durante un período de unos diez minutos, el Levante se hizo dueño del balón y apretó los dientes. Fruto de ello, se encontraron con el gol de Stuani, en el que Ratinho ejerció más como totem que de marcador (fiel reflejo de lo que a la postre sería su partido). El uruguayo marcaba en el 26' y ponía los nervios a una afición que hasta entonces no había sufrido lo más mínimo. El gol dio aire a los granotas, que lo siguieron intentando envalentonados por medio de Jordá y Valdo, e hicieron aflorar la precipitación en la defensa mallorquinista. Aún así, el Mallorca se fue al descanso con un 60% de posesión y 8 lanzamientos a puerta en su haber. No estaba mal del todo.

En el segundo tiempo cambió la fisonomía del encuentro: Laudrup mandó a su equipo arriba e hizo cambios para dar garra al equipo. Webó entró por un guadianesco (por eso de que aparece y desaparece) Cavenaghi y dio ese plus de guerra al ataque. El Levante se fue echando poco a poco atrás, confiado en que su ordenada defensa y la eficiente media serían suficientes para aguantar el resultado. Pero hacia el minuto 60, Nano, que hasta entonces había estado muy sobrio juntamente con el ex mallorquinista Ballesteros en el eje de la zaga, debía retirarse del campo por lesión y daba entrada a Robusté. La llegada del ex perico fue como un caballo de Troya en la defensa levantinista, que empezó a sufrir en cada balón. Hasta que en uno de estos, De Guzmán puso un pase templadito para que Nsué orientara el esférico y Pereira lo colocara sutilmente en la red. Primer e importantísimo gol del francés, en su mejor partido con la elástica bermellona.

El tanto hizo que el campo se inclinara, definitivamente, hacia el área del Levante, que se olvidó completamente de atacar. El equipo balear puso precio a la portería de Manuel Reina y se dejó la piel para conseguirlo, no conformándose en ningún momento con el empate obtenido. Y la perseverancia tuvo premio: a falta de cinco minutos, un córner de De Guzmán al primer palo se lo come Ballesteros, Reina no llega y Webó en un excelente desmarque lo remata a gol, en su partido 200 con el Mallorca. La euforia se desató en la grada, entre los valientes que aguantaban estoicamente la tromba de agua que cayó en Palma, y entre los jugadores, que celebraron el gol como lo que era, mucho más que tres puntos. Porqué el Mallorca se acababa de graduar, había conseguido levantar un complicadísimo partido. Y seguramente el más feliz fuera un Michael Laudrup que sufrió muchísimo todo el partido. Aunque, eso sí, sufrir ganando siempre sabe mejor.

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