Hacer los deberes tarde tiene estas cosas, que los resultados también tardan en llegar. Que el Mallorca debió echar a Joaquín Caparrós mucho antes de lo que lo hizo es un hecho indiscutible. Seguramente debió haber sido antes de Navidades, después de ese sonrojante 0-5 con el Sevilla en Copa del Rey. No se hizo, se aguantó al utrerano hasta la extenuación y el equipo acabó deshinchado cual balón de playa. Vacío por dentro, sin nada que ofrecer. Ahora Gregorio Manzano está insuflando aire a marchas forzadas para intentar recuperar a un muerto que todavía tiene constantes vitales pero que se encuentra al borde del coma irreversible.

Una cosa está clara: Mestalla es uno de esos campos en los que, si le preguntan al aficionado a principios de temporada, dirá que vamos a perder. Es un hecho, un diferencial de presupuestos que hacen que, normalmente, uno esté por encima del otro. Es cierto que ayer el Mallorca gozó de ocasiones, jugó más de una hora con un jugador más (por presunta agresión de Tino Costa sobre Pina) y vio como Valverde debía retocar hasta tres veces su esquema por dos lesiones. Pero ayer no era el día: el equipo lo dio todo pero la suerte le fue esquiva. Cosas que pasan, si no fuera porque los de ayer eran tres puntos clave para no distanciarse aún más de la línea que marca el descenso. Las ocasiones fueron meridianamente claras de Gio, Alfaro y Víctor, pero no hubo manera, Alves estaba inconmensurable y arruinó la tarde bermellona. Por contra, un cabezazo de Ricardo Costa (dejando en evidencia el juego aéreo de Geromel) y una definición perfecta de Soldado sirvieron para que los che se llevaran los tres puntos en casi sus dos únicos lanzamientos a puerta.

El trivote dispuesto por Gregorio Manzano, dejando a Javi Márquez en el banquillo, funcionó a la perfección. Pina mandó, Tissone destruyó y Martí puso galones. Nada que discutir. El problema fue que Nunes ya está mayor, que Geromel es un lastre y que Aouate ya no está en la forma que se le exige a un portero de Primera División. Y así es difícil sumar puntos. Lo peor es que no hay recambios para ellos, son los teóricos titulares y son en parte los culpables de que la vía de agua se vaya agrandando. Veremos cómo reacciona Manzano en el siguiente encuentro en casa ante el Getafe.

Dicho lo negativo, intentemos buscar lo positivo: aunque parezca mentira, los números aún salen. En un panorama como el actual, en el que parece que no serán más de 5 los equipos que luchen por no bajar, la estadística dice que el descenso lo marcan los 37/38 puntos. Si tenemos en cuenta que el equipo de Manzano atesora ahora mismo 18 puntos y que todavía tienen que pasar por Son Moix el Getafe, el Depor, el Celta, el Rayo, el Levante, el Betis y el Valladolid, la hazaña aún es posible. Sumando al menos 18 de esos 21 puntos y rascando alguno más a domicilio (hay que visitar Granada o Zaragoza, entre los más factibles), la permanencia aún sería posible. Eso sí, el equipo debe reaccionar ya y hacer un final de Liga digno de un equipo que lucha por Europa League. Hay que confiar en la mejoría palpable del equipo para abrazarse a este clavo ardiendo. No queda más. Ante el pesimismo, matemáticas.

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