Crónica de un descenso anunciado (Athletic 2 - Mallorca 1)

Si hubiera sido García-Márquez el escritor que relatara la temporada del Real Mallorca, seguramente pondría en el papel de Santiago Nasar al equipo isleño, pero no anunciaría su muerte en la primera línea. Más bien esperaría hasta el ecuador de la temporada y ahí sí, nos anunciaría su muerte. Y nosotros no nos extrañaríamos, porque el título del libro era este, sabíamos a lo que veníamos desde hace 15 jornadas. El mallorquinismo pensaba que se podía, hacía sus cábalas, formulaba las quinielas siempre apurando las opciones de su equipo, pero la realidad es que el equipo mallorquinista es justo merecedor de irse a Segunda. Deportivamente por los muchos errores cometidos, e institucionalmente por no haber sabido responder con acierto a las necesidades técnicas que requería el equipo.

Ayer, en lo que dentro de poco serán las ruinas del viejo San Mamés, el equipo de Manzano volvió a dar la cara, pero una vez más se la volvieron a girar de un tortazo. Ganas no les faltan, pero con eso no llega. Los mallorquinistas son un muerto viviente sobre el campo que solo es capaz de responder a estímulos y nunca es capaz de conservar la iniciativa de los encuentros. Y los fallos son siempre variados, nadie podría señalar indiscutiblemente a un culpable. Los culpables son varios, empezando por el presidente y llegando a los jugadores, pasando por los dos entrenadores que han pasado este año por el vestuario. Se ha dejado morir a un equipo que sin duda podría dar más de sí, pero que ha sido víctima indiscutible de su propia decadencia. Un fallo de Tissone significó el primer gol de Aduriz (el que tantas veces salvó a los isleños ha acabado por ser el verdugo); un desacierto de Fontás pudo propiciar el segundo, aunque lo que sí propició fue su expulsión; en el tercero, el turno de errar fue para Aouate, dubitativo en la salida. Ni la excelente falta anotada por Gio poco después de verse desahuciados por el segundo gol bilbaíno. Solo cuando está perdido, cuando el último aliento del partido roza ya el silbato del árbitro. Solo ahí el equipo realmente se libera. Ha sido la tónica de toda la temporada.

La línea del descenso se incrementa ahora en un punto, y ya son cinco, a falta de tres jornadas por disputarse. Dos, en el caso del Celta, que de facto están aún más desahuciados que los bermellones. Ahora ya solo cabe un milagro de proporciones bíblicas, y aún así estaría difícil. Es el momento para que todo el mallorquinismo grite al unísono que nunca más se volverá a dejar un asiento libre en Son Moix si el equipo se salva. Ahora ya solo valen sacrificios de los serios. Si no, una vez consumada la desgracia, los sacrificios que pedirá el aficionado serán hacia la Planta Noble. Y a buen seguro que a algunos no les va a gustar.